El blog de Mainakae

sábado, julio 22, 2006

Cuando el odio fluye

No se como comenzar un post sobre el odio, salvo quizá odiando. El odio, curioso sentimiento que te hace olvidar el mundo que te rodea para centrar tu atención exclusivamente sobre el propio sentimiento. Alfa y omega de la maldad humana, no hay acto más violento ni deprobable que el realizado por odio. Frialdad matemática que busca causar el máximo de daño posible en todos los aspectos sobre la persona o entidad física odiada.

Supongo que cada persona reacciona de una manera ante el odio, algunos de manera explosiva y violenta, rabiosa, otros de manera mucho más fria y calculadora; trazando un plan detallado utilizando cada neurona de su cerebro en causar el máximo dolor al objeto del odio. Es posible que haya quien se bloquee ante el odio, quedando del todo inutilizado, aunque quizá ese estado tiene más que ver con el miedo que con el odio.

También son características de cada persona las cosas que le hacen odiar. Por lo general siempre es el fruto de algún tipo de acción que trae consecuencias muy negativas a la persona sujeto del odio, aunque también hay causas menores que generan odios menores y resentimientos. Otra característica del odio es que a diferencia del amor, es infrecuente su olvido. No es extraño ver una foto, recordar una frase, o evocar un hecho pasado, y encontrarse con los puños cerrados al punto de quedar los nudillos en blanco, y una ceñuda sonrisa en la cara.

Para mi desgracia soy de los frios y calculadores, de esos que tienen mayores capacidades para hacer sufrir que de hacer felices a los demás. De esos que cuando entra el odio, sale la humanidad por la misma puerta, dejando solo la maquinaria del cerebro al antojo de un amo cruel y despiadado. Además tengo mala memoria, pero no para el odio. Recuerdo bien cada vez que me he sentido mal por algo, cada niño que me hizo pasar un mal rato, cada chica que me rompió el corazón, cada golpe del destino que frustró mis planes. Cada vez que traigo uno de esos pensamientos a la cabeza, viene presto el odio, y con el una suave sensación de bienestar, como si engrasasen cada una de mis articulaciones, como si derrepente hubiera estado haciendo ejercicio durante años; me siento fuerte, agil y rápido. Tambien siento mi mente agil, y encuentro con velocidad maneras de vengarme. A cada momento se mejoran inflingiendo daño y sufrimiento de las maneras mas retorcidas, produciéndome un delicioso placer. Cuando odio no siento ningún tipo de misericordia, nadie se escapa en mi mente. Siento como mariposas en el estómago, una sensación parecida al enamoramiento más salvaje, pero dejando totalmente despejada la cabeza; como una droga que se alimenta del dolor, no te atonta y te hace más fuerte. El dolor se convierte en odio, el odio en el arma más horrible creada por hijo alguno de la naturaleza.

Si, el odio se parece mucho al amor, y supongo que tiene una relación directa: cuanto más has amado, más puedes llegar a odiar. Siguiendo con las diferencias entre el odio y el amor, es preciso recordar que es un sentimiento negativo, que a la larga te destroza, mientras que el amor a la larga te "redime". También es preciso decir que el amor es esquivo, se esconde y desaparece cuando le da la gana, pero el odio es fiel, el odio no te abandona, el odio siempre está cuando lo necesitas; y te da el empujón de vigilia antes de un examen, tonifica tus músculos cuando tienes que estampar tu puño en la cara de alguien, y te quita el dolor cuando vienen las represalias. Se lleva momentaneamente el sentimiento de culpa, la misericordia, se lleva todo lo que podría detener tus pasos encaminados al fin último del odio: remediar aquello que te causó daño. Posiblemente, el odio es el complemento consciente de los instintos de autoconservación: está destinado a protegerte contra daños futuros, pero ¿por que puedo despertarlo a voluntad?, ¿por que puedo ir a buscarlo al cajón?, mirar una foto, recordar la frase mágica... y ya está aqui, tecleando por mi, viendo los fallos en la argumentación, mis propias debilidades, pasando por encima de ellas, tapando los huecos, haciéndome volar. ODIO.

Aunque puede mantenerse durante mucho tiempo, el odio termina remitiendo, guardando de nuevo su semilla en tu interior tras una cosecha rápida; presta a germinar en cuanto la necesites. El resultado de la cosecha es la desolación, el vacío, una leve sensación de rabia y pena que se van debilitando hasta dejarte sumido en la culpabilidad. Campos sembrados con sal, en los que no volverá a florecer nada bueno ni bonito entre sujeto y objeto del odio. En ese punto la razón te dice que tal vez, si no hubieras odiado tanto, o si hubieras sabido contenerte, no se hubiera perdido toda posibilidad futura de utilizar de nuevo ese terreno, haciendo surgir de nuevo el dulce fruto.

Supongo que esta es una manera como otra cualquiera de decir: "si: odio, me arrepiento, y pido perdon a quien haya podido hacer daño".

Gracias una vez más por leer.

Un abrazo.

2 Comments:

  • Siempre quise escribir algo parecido respecto al odio pero nunca llegue' a serme tan sincero. Realmente ha veces me he contemplado pensando un magnifico y mort'ifero plan para causar la destrucci'on moral y fisica, lenta y dolorosa, del objeto odiado. Y me he dado miedo.
    Pero como bien dices, el odio deja un campo yermo.
    Algo hay en lo que no estoy totalmente de acuerdo: "el fin último del odio: remediar aquello que te causó daño".
    Y no estoy de acuerdo porque en el fondo no se remedia as'i esto. El ojo por ojo nunca ha sido una ciencia exacta, y deja a todo el mundo ciego a la larga.
    Respecto a remediar la causa, hay si cabe una forma mayor de hacerlo, y que por increible que parezca es mucho m'as satisfactoria, aparte de dar una lecci'on al sujeto odiado: el perdon.
    Y digo arma porque el perdon tiene doble filo. Sana al herido, y en muchos casos hiere al que dej'o fluir su violencia o maldad sobre el otro, al que no fue capaz de controlarse. Hiere al diablo que habita en nosotros cuando dejamos que el odio se apodere de nuestra alma, al mismo diablo que nos d'a un poco m'as de fuerza de la que se debe para devolver el tortazo. El que nos hace sentir tan bien, tan agiles, fuertes, y todopoderosos.
    Y le hiere porque le hace saber que se equivoco', que su violencia no ha causado el mal deseado, y que adem'as... su enemigo es m'as fuerte que el.

    Lov.


    PD: Perdon por las tildes, este teclado no las lleva... :(

    By Blogger J., at 3:00 p. m.  

  • Tienes razón en lo que dices, el odio suele dejar peor las cosas de lo que estaban, para ambas partes por cierto; pero sigo creyendo que el motivo último por el que sentimos odio (al menos desde la perspectiva naturalista-cientifica) es para subsanar algo que nos puede volver a hacer daño a la larga. Cuando un perro nos muerde empezamos a odiarlo, y seguramente al matarlo estamos evitando que nos vuelva a morder. El problema de esa herramienta es que deja de lado completamente el control racional de nuestros actos, dejándo en manos de los más bajos instintos el control de la más mortífera arma jamás creada por la naturaleza: el cerebro humano.

    Cuando el odio es entre humanos... posiblemente el peor castigo sea el perdón, como tu bien dices (no hay nada peor para alguien que odia, que ver a su objeto del odio volverse y decirle "te perdono"), y no solo es el más duro castigo, sino también la mejor solución. El odio engendra odio; el perdón comprensión.

    Un abrazo Lov,

    Peter.

    By Blogger Pedro, at 11:02 p. m.  

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